Si tuviera que resumir en una sola frase qué estoy haciendo en este planeta, mi respuesta sería: hablo idiomas. Y si pudiera ampliarla, seguramente añadiría que respiro, me divierto, sueño y disfruto hablando lenguas extranjeras.
Si tuviera que resumir en una sola frase qué estoy haciendo en este planeta, mi respuesta sería: hablo idiomas. Y si pudiera ampliarla, seguramente añadiría que respiro, me divierto, sueño y disfruto hablando lenguas extranjeras.
Tengo mucha suerte. Este pasatiempo me hace sentir orgullosa de mí misma también a nivel profesional. Gracias a horas y horas dedicadas al francés, inglés, español, catalán y polaco, he tenido mis grandes y pequeños éxitos.
Como, por ejemplo:
¿Quieres saber algo más sobre mi pasión? Abajo te lo cuento todo.
Para mi séptimo cumpleaños, cuando solo hablaba polaco en casa, recibí un regalo muy especial: un viaje a París para poner en práctica lo que estaba aprendiendo en un curso de francés para niños. Este viaje, aparentemente muy inocente, cambió mi vida por completo. Me enamoré. El placer de estar hablando otro idioma y ser entendido, la sensación de ser alguien diferente al pasar al francés, el orgullo de hacer algo diferente me sedujeron. El cielo parisino también tuvo su parte de culpa.
«De mayor quiero ser profe de francés» – dije un día. Esta convicción me condujo hasta las puertas del colegio e instituto bilingües donde todas las clases se impartían en francés. Hice la prueba de acceso, fui admitida y allí pasé los mejores años de mi adolescencia.
Llegaron los exámenes finales, obtuve la máxima puntuación en la parte oral, analizando un fragmento de una de las obras de Voltaire. Mis profesores me veían ya como estudiante de filología francesa.
Y entonces me enamoré de otro. Fue durante un viaje relámpago a Francia donde conocí a unos cuantos hispanohablantes y perdí la cabeza. Otra vez por completo. Y me dio tiempo a cambiar de carrera. Así, empecé la juventud como estudiante de filología española. Lo que no sabía en aquel entonces era que España fuera a convertirse en mi hogar y el castellano en mi idioma principal. El idioma en el que trabajo, leo, hago juegos de palabras, me divierto y en el que digo te quiero.
¿Qué habría sido de mí si no hablara inglés? Las lenguas románicas son muy bonitas, pero hoy en día una cosa está clara, sin inglés mejor no salir de casa. Por ello, aparte de estudiar el idioma de Shakespeare por mi cuenta, fui a vivir a Inglaterra para afinar el oído y soltar la lengua. Y aunque aún me quedan unos cuantos detalles por pulir, resumiría aquella estancia con una expresión breve pero clara: misión cumplida.
Mi viaje termina y empieza a la vez en Cataluña. Termina porque es aquí que tengo pensado quedarme. Y empieza porque una nueva aventura ya está a la vuelta de la esquina. Hace unos cuantos meses empecé a estudiar catalán. Ya he hecho sitio en mi corazón para un idioma más, ahora solo queda hacer todo lo posible para llegar al 99%.
Los idiomas me ayudan a ser más creativa y, a la vez, más precisa en lo que estoy haciendo. El hecho de hablar más de un idioma resulta útil a la hora de:
Y mucho más de lo que quepa en este resumen.
«Allí donde están las fronteras de mi lengua, están los límites de mi mundo.»
Ludwig Wittgenstein